lunes, 10 de agosto de 2020

Un fantasma bajo mi balcón


 Una tormenta se avecina porque siento la calma antes del huracán. Sé que debería tener miedo y una parte de mí lo tiene pero en general es una sensación extraña, casi sobrenatural. Me siento triste, muy triste, mi corazón se deshace en mis manos como papel mojado. Siento el llanto atorado aquí entre mis ojos y mi pecho y mi cabeza está llena de neblina. Lo suficientemente densa para no saber por dónde camino pero no lo suficientemente oscura como para asustarme.

No sé ni por dónde empezar ni qué decir, sólo sabía que si no escribía algo iba a explotar.


Mis pensamientos rebotan en mi mente, haciéndome daño pero al mismo tiempo quiebran la pared de cristal que creé alrededor de él y yo, del nosotros. 

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Para mucha gente era casi imposible, inconcebible e improbable que una historia de amor como la que él y yo tuvimos tuviera éxito. No voy a mentir, a veces yo también era una de esas personas. Muchas de nuestras circunstancias no eran las ideales y la juventud era una de ellas. Nos conocimos muy jóvenes, casi adolescentes. Él tenía novia y yo acababa de ser abandonada por la mía. Pareciera ser que las piezas encajaron, como un rompecabezas y sin querer queriendo nos enamoramos. 

Muy pocas veces la gente me ha querido, cuál sea el amor que hayan sentido por mí, mucha gente sólo se acerca a mí en búsqueda de algo. Mi tiempo, mi trabajo, mi talento, mi cuerpo, mis relaciones y demás vínculos. Creo genuinamente que él no se acercó con afán de nada, quiero decir, jamás me exigió nada. Se contentaba con lo que le daba, así fuera poco o mucho y soportó como buen soldado bajo mis inclementes modos de llevar mis emociones. Lo hice sufrir y lo hice llorar más veces de las que alguna vez voy a admitir en público y aún así quiso seguir conmigo, aquí, abrazándome cada vez más fuerte.


Muchas cosas nos atravesaron y a los veinte años poco sabes del amor y de la vida y de cómo sobrellevar algo tan grande. Él siempre era tan optimista y alegre, tan jovial, tan social, tan coqueto, tan hambriento de experiencia, poder, de libertad laboral y yo siempre encontraba una manera de pensar que el suicidio era el único final para mí, que eventualmente llegará a mí (y, siendo sincera, todavía lo creo)

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Pasó el tiempo y las cosas cambian, cambiamos y nos tocó vivir muchas cosas. Nos separamos y mientras él iniciaba nuevos proyectos laborales con gente que sabe de su campo, yo me enamoraba de mi mejor amiga y luego nos contentamos y estuvimos bien hasta que después no y nos volvimos a separar y yo me gradué, me titulé, y conseguí un buen trabajo y me mudé con una de mis mejores amigas y nos contentamos y vivimos bien. Nos llamábamos por teléfono cuando se podía y se quería, nos tocábamos con cariño cuando podíamos, nos veíamos por el rabillo del ojo y nos tomábamos la mano por debajo de las mesas altas de los bares. Nos amamos como mejor pudimos, a pesar de nuestras capacidades y limitantes. Él estuvo ahí cuando falleció mi primo en ese terrible accidente y estuvo ahí cuando viví ese ~montón de acoso aquí en mi blog~, y abrazó mi corazón cuando viví esas dos agresiones sexuales a manos de dos ex amigos míos. Y nos separamos y mi amiga se suicidó y renuncié a mi trabajo y retomé mi propósito de escribir y luego volvimos y estuvimos bien y después las cosas se volvieron a poner intensas, después de dos años de más o menos estar bien. 

Fueron 5 años que no se pueden resumir en párrafos, porque siempre él y yo vivimos más allá de las expectativas humanas, más allá de lo que se conoce.


Cuando las cosas se ponen feas, intensas, ~comprometedoras~, solía huír. Decía: "Aquí se rompió una taza y cada quién para su casa" y me iba y con él aprendí que eso no estaba bien. No podía vivir siempre huyendo, poniendo murallas a mi alrededor, no dejándome llevar. 

Yo no creo en el amor de la vida ni en las almas gemelas ni en los hilos rojos ni nada de eso, pero cuando estaba con él y me decía que era el amor de su vida le creía. Honestamente le creía. 


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Siento que viví todo esto con un fantasma, alguien que sólo vivía dentro de mí y que si yo me cerraba, apagaba la luz, atrancaba la puerta, se desvanecía y realmente no había nadie ahí en mi torre oscura más que yo.

Con toda la honestidad y sinceridad que hay en mi corazón puedo asegurarles que lo amé, lo amé mucho. Y todavía lo hago, todavía lo amo mucho y no sé hasta cuándo será eso, si alguna vez se me va a quitar, si él va a volver y yo también voy a volver y estaremos mejor que antes o si esto de verdad es el final. No lo sé. No sé nada. No tengo manera de saber nada.

Por lo pronto, no puedo seguir esperando a que suba el fantasma bajo mi balcón. En cualquier momento se puede desvanecer y no habrá nadie, brazos humanos, que me detengan en mi caída. Tengo que ser yo quién baje por la escalera.



CRÍTICA A GHOST STORY


Siento que quiero llorar hasta inundar toda mi casa, quizás lo haga, y espero no ahogarme con todo el aire que me sobra de repente en el cuerpo. No guardo ningún resentimiento ni odio. Esto fue de mutuo acuerdo, porque somos personas adultas que sabemos lo que queremos, lo que damos y lo que conseguimos. 


No puedo prometerle a él que estaré en el mismo lugar donde me dejó, se lo dije. Tampoco les puedo prometer a ustedes que voy a estar bien mañana, la siguiente semana o que para el mes siguiente ya tenga una larga lista de gente a quién descartar para una nueva relación. 


Lo único que puedo prometerme a mí misma es que hoy voy a respirar y daré lo mejor de mí para estar bien. Ya mañana será otro día.



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