Pero nada de eso es real. Nada de eso duró. Nada de eso es lo que aparenta tras una fotografía.
Entro a FB y es casi lo mismo. Viajes a la playa, incluso en plena pandemia, fiestas con lxs amigxs, con lxs novixs, con lxs familiares. Pasteles, cerveza, carne asada, regalos, música, alcohol. Fotos de la parte frontal de diplomas, diplomados, talleres, con el nombre completo de quién lo posteó. Todo es tan exagerado y tan opulento que no puedo evitar incomodarme. Suben fotos de sus novixs diciéndoles lo mucho que lxs aman pero yo sé que son infelices. Suben fotos de sus títulos y trabajos nuevos pero yo sé que tienen miedo. Suben fotos de sus logros, de sus viajes, de sus cosas pero yo sé que se sienten vacíxs.
No puedo evitar sentirme abrumada. Por una parte, siento envidia, claro que sí. Gente de mi edad, un poco mayor o a veces incluso más joven, logrando cosas que yo debería estar haciendo -por mucho que no quiera- No sé, casarme a los 25 no parece tan mala idea cuando ves las fotos de otra gente haciéndolo. Seguir empleándome en trabajos donde me maltraten con el propósito de tener un aguinaldo a final de año tampoco parece tan descabellado. Todo el mundo lo hace. Viajar y visitar a mis seres queridxs, incluso cuando estamos en medio de una pandemia.
Son cosas que debería estar haciendo y no hago porque no quiero, porque no puedo, porque no sé hacerlo.
Por otra parte, sé que todo eso es falso. Sé que son mentiras maquilladas o verdades exageradas. Nada de eso es real y nada de eso tiene mucho valor.
Me muerdo los labios, inquieta, y abro la app de las fotos de mi celular. Debería postear algo pero no tengo nada qué presumir.
Ni elegante puesto de trabajo, ni opulentas joyas ni autos nuevos ni viajes impresionantes. Ni fotos con mi novix. No tengo fotos de fiestas recientes, porque no me invitan y si me invitan no voy.
Tengo fotos de mi cara con features de animalitos y fotos de las lecturas que termino y de vez en cuando dibujos que me atrevo a terminar.
Pero nadie quiere ver eso. Quieren ver ~triunfo~ y yo no estoy triunfando.
La presión es muy grande. Me siento presionada a seguir el ritmo de quiénes sigo. Me quiebro la cabeza pensando en eso y me siento mal. Estoy fracasando si me comparan y si me miran por mi cuenta, sigo siendo un fracaso.
Yo no lo vi así cuando renuncié por salvar mi salud emocional. Renuncié a mi trabajo y renuncié a mis amistades y renuncié a muchas cosas porque tenía que ponerme a mí misma en primer lugar. Y lo hice público. Escribí de eso en mi blog y fui acosada con preguntas invasivas y morbosas por gente que ni siquiera me saludaba cuando me veía.
Mi triunfo es seguir viva cuando pensé que me iba a morir, cuando intenté morir.
Pero mi visión de las cosas no es lo que impera y debería decir que no es lo común.
Lo poco o mucho que puedo tener es nada en comparación a lo que veo en las redes sociales y la sensación de fracaso es inevitable. Debería estar haciendo ~más~. Debería estar creciendo, debería estar siendo más adulta y debería estar siendo más importante y más adinerada y más poderosa.
¿Pero eso me haría feliz?
Lucho constantemente con esa ideología. Las redes sociales se han vuelto un reality show y no estoy segura de si la demás gente se ha dado cuenta. Todo es un performance. En Instagram todxs se esfuerzan en aparentar la alcurnia, estatus. En FB es igual. En Twitter todxs se esfuerzan en aparentar educación, lecturas, teorías, autorxs, debates, comebacks e ingeniosas burlas. La popularidad, pues. Regresamos a la primaria, en un concurso eterno de ver quién lleva el juguete más nuevo, las plumas de gel más de moda y los apuntes mejor escritos y mejor adornados para que se le corone como El/La/Le Juntador/a/e.
Desde que me abrí las cuentas he sentido esa presión constante de mostrar mi mejor lado, mi mejor cara para Instagram, mi mejor viaje para FB y mi mejor bibliografía para Twitter pero me cansé a las pocas semanas y me rendí.
Esa nunca iba a ser yo.
Soy bonita pero no la más bonita y ni de lejos la más fotogénica y a veces tengo aventurillas padres pero no sé tomar fotos, todas salen temblorosas, con mala calidad en la luz y pésimos ángulos y no soy tan culta o leída como mucha gente puede creer. Quiero decir, me gusta leer, casi siempre leo ficción y a veces artículos de temas de mi interés pero hasta ahí. No podría hacerles un hilo de algo intelectual, el cerebro no me da para eso.
Poco a poco internet se convirtió en una extensión de mi vida y como en mi vida, la sensación de no encajar empezó a crecer y crecer hasta que me inundó por completo.
Mi salud emocional y mental decayó bastante, en caída libre, y más en estos últimos años. Saber que nunca iba a poder compartir lo que otrxs me hacía sentir mal conmigo misma. Saber que había gente que me stalkeaba por Twitter, Instagram y FB me estaba haciendo sentir muy insegura. Incluso el saber que había gente que lee religiosamente mi blog y que no tiene buenas intenciones conmigo, que me hizo daño, me cohibió en cantidades ridículas. Empecé a escribir con miedo.
Miedo de subir mis fotos pésimas, miedo de escribir y que se me malinterpretara, miedo de decir algo que no le gustara a la gente de twitter, miedo de que me dejaran de seguir, de que me ignoraran deliberadamente, miedo de ser honesta en mi blog y que alguien usara mis palabras contra mí, como ya sucedió en el pasado. Miedo de que me encontraran en mis páginas de memes, en mi cuenta de youtube o mi perfil de espotifai.
Porque me pasó.
Empecé a temer ver cosas que no quería ver. Fotos que no me interesaban. Interacciones de gente que me había hecho daño con gente que es muy cercana a mí hasta la fecha me sigue descomponiendo bastante, lo bastante para irme de internet al menos varias horas. Empecé a tener miedo cada que alguien me sigue en twitter y que no puedo corroborar que sea la persona que dice ser. Empecé a tener miedo de que mis memes o mis tuits se hicieran virales y llegaran a gente que quisiera hacerme daño.
Internet, que había sido en un inicio para mí como un puente hacia otra gente, una comunidad, se convirtió en un laberinto de terror del que no sé escapar. Me consume tiempo, me consume energía y me consume mi salud mental y emocional.
He llorado por las cosas que he visto por accidente, he llorado por las cosas terribles que me han dicho, he llorado porque sé que nunca voy a ser suficiente.
Mi mediocridad no me duele, la competencia sí y me angustia bastante.
Si no me dicen nada y me dejan tranquila estaré bien pero no es el caso y porque soy rara y tonta y neurodivergente y pansexual y mujer y chalalá soy un blanco fácil.
Nunca quise que esto se volviera una guerra pero así se siente ahora.
Borré Instagram hace unos días y luego seguiré con mi antiguo perfil de FB y posteriormente el nuevo y luego desinstalaré Twitter de mi celular y en realidad lo más probable es que sólo conserve mi cuenta de Goodreads y Youtube, sólo tengo que checar algunos ajustes técnicos. Lo he pensado mucho, durante estos meses pero no me animaba.
¿Volveré? Quién sabe, a lo mejor sí, pero lo haré cuando no se vea amenazada mi salud, ya saben. Mientras tanto quise escribir un poco sobre cómo me siento con todo esto que ha pasado y lo mucho que me afectó y que no quise admitir. Pero no puedo ponerme en peligro otra vez.
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