domingo, 1 de noviembre de 2020

La mesa de lxs populares

Lo más cerca que he estado de pertenecer a un grupito "popular" fue cuando en la carrera me sentaba con cuatro chicas que terminaron volviéndose mis amigas durante esos cuatro años e incluso ahora. Si bien en mi escuela no existía algo como "mesa de lxs populares", lo cierto es que mis amigas se llevaban bien con algunxs maestrxs y no eran muy adeptas al trato con mis demás compañerxs -y el sentimiento era mutuo-. La verdad es que eran cosas que a mí me tenían muy sin cuidado y quizás sólo lo noté hasta que personas con quiénes después llegué a convivir más por nexo con mi mejor amiga me lo hicieron saber. 

"Pero tú eres diferente, Mariana", decían. "Contigo no es difícil convivir"  (XD) 

Podía suponer que esa manera de verme era porque genuinamente no convivían de cerca con mis amigas de la mesa, porque para mí ellas eran de fácil trato. Quiero decir, si eras amable te iban a tratar de manera amable. 

K* siempre tuvo sus puntos de vista que en más de alguna ocasión me los hizo ver y comprendí ciertas cosas que con el paso del tiempo aprendí a perdonar y hasta a veces a entender un poquito, ya saben, la compasión siempre ayuda mucho en las relaciones humanas.

A pesar de eso, y de que mis amigas tampoco eran fanáticas de mi amistad con K*, jamás me exigieron algo. NUNCA. 

Llegué a sentirme presionada un par de veces para quedarme "más rato" a la fiesta en turno cuando mi batería social ya se había agotado -yo era la única neurodivergente entonces-, pero fuera de ello jamás me exigieron que ~pensara~ de cierta manera, que ~me llevara~ con ciertas personas. No me pidieron lealtad, no me pidieron cuota de maldad.

Y digo "cuota de maldad" porque en el pasado ya lo viví.




Al crecer nunca tuve muchxs amigxs. Cuando entré a la primaria comía sola a veces, cuando estaba en secundaria comía con mi hermana. Siempre tuve una o tres amistades al momento (algunas de ellas siguen siendo muy cercanas a mí hasta el día de hoy), pero no me agobiaba por caerle bien a lxs demás. Yo estaba más preocupada en escribir algo que valiera la pena ser leído. 

Aun así y con toda mi introversión, timidez y neurodivergencia, he aprendido que puedo llegar a provocar mucha curiosidad en lxs demás a mi alrededor -al menos en aquellxs que no me conocen- y cuando estaba en sexto de primaria, por ejemplo, un grupito de niñas "me juntó".

La cosa fue que después de un tiempo me di cuenta de que no era tan, eh, "sano" estar metida ahí. Muchas de esas niñas tenían problemas y peleas no resueltas, como una guerra fría, con otras niñas del salón, de otros grupos y hasta de otros grados/escuelas. Todo eso yo no lo conocía hasta que pasó el tiempo y platicando con ellas entendí muchas cosas, sobre todo dinámicas de poder dentro y fuera de la escuela.

Lo peor vino cuando una de ellas me preguntó directamente, en frente de todas, una mañana en el recreo:

-Mariana, ¿Y a ti quién te cae mal?-



Parte de mi neurodivergencia me hace incapaz de sentir interés por otrxs sin conocerles y me parece raro cuando lxs demás sí lo sienten xd 

El punto es que yo no conocía bien a mis compañeres así que no podía saber si algunx de ellxs tenía algo que me hiciera sentir incómoda o mal. Sí, muchxs me veían feo y a veces se reían de mí pero obviando eso no tenía yo algo que pudiera usar como base para sentir cuando menos desprecio por alguien. Así que dije que nadie me caía mal.

    -¿De veras? No te creo-

    -De veras-


No me creyeron y al ser la única sin una "némesis" o algo así, me impusieron una. Dentro de mi grupito había otra niña nueva, extrovertida y agradable aunque a veces su manera de ser tan cariñosa me empalagaba. 
Al no dar un nombre ellas me dieron uno. Mariajosé.






Llegué a comportarme de forma grosera con ella convencida por la idea de las demás de que "era insoportable" y que la querían correr del grupito pero no sabían cómo echarla, así que como niñas católicas de clase media optaron por lo más fácil: Ser cruel pero lowkey.

Participé en eso, quizás no tan activamente pero sí lo suficiente como para después sentir cruda moral. Sabía que Mariajosé no había hecho nada malo como para merecer semejante trato, pero no me detuve ni antagonicé porque sabía que dos cosas podían pasarme: Ellas cambiarían de objetivo conmigo o ellas me echarían. Si me echaban del grupito, mi mundo no se iba a desmoronar, porque sola había llegado y sola me iba a ir (y sí me fui solaxd), pero si encausaban esfuerzos en hacerme la vida difícil entonces sí, eso me asustaba bastante.

Al cabo de un tiempo esas niñas se aburrieron de ser groseras con Mariajosé y se dedicaron a algo más y yo como pude me zafé de ahí, juntándome con la otra niña rara del salón. Esa experiencia que me resultó de lo más traumática también fue muy formativa y aprendí muchas cosas:

No importaba qué me pudieran ofrecer o con qué me estuvieran amenazando, jamás podría ser parte de la mesa de lxs populares porque el costo era alto.
Mientras fui creciendo, cambiando de escuelas, conociendo gente, ese mismo patrón de conducta se fue haciendo cada vez más obvio. 



Creo que con la popularidad llega el poder y con el poder lo fácil que es perder la esencia de unx, llenarse de odios ajenos, lo fácil que es envenenar un corazón.
En la semana viví algo similar que me hizo revivir y recordar todo eso por lo que una vez ya pasé, sólo que ahora tengo veinticinco años y tengo algo de experiencia en el campo. 

Por mucho que una se quiera quedar por el chisme, por curiosidad, porque genuinamente crees en el cambio que te sientes capaz de realizar, como dije antes, el precio es caro. Aún no me lo pedían, pero sabía que en cualquier momento lo iban a hacer. Lo que viví no fue placentero ni divertido, de hecho me trajo mucha angustia, estrés y sufrimiento, pero gracias a ello y lo que aprendí puedo tomar mejores decisiones hoy.

Tengan cuidado cuando se dejen envolver por situaciones, personas y sectas así. Todo se ve muy glamouroso pero no lo es. No todo lo que brilla es oro y a veces huele podrido bajo todo la sensacional superficie.


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