Pero se vuelve difícil, ¿Saben? Porque lo que comenzó como un blog se ha hecho cada vez más grande. Y no me malentiendan, agradezco mucho a la oportunidad y el alcance que ha tenido este espacio, mis heridas abiertas. Para bien o para mal la gente me ha estado leyendo más de lo usual y eso siempre es una bendición, eso quiero pensar.
Después del drama de la semana pasada que no pienso repetir ni contar a detalles -porque igual si son mis amigues ya lo saben de primera mano-, me he cuestionado mucho mi participación en todo esto. Quiero decir, nunca pensé en este blog como mi diario. Me gustaba imaginarme que era un río adonde voy a asomarme para hablar conmigo misma. Pero tiene razón la gente que me ha recordado que internet es público y lo que escribo y publico deliberadamente aquí es, vamos, público.
¿Debería escuchar todo el odio y el veneno que tienen les demás para conmigo por contar mi verdad?
Alguien podría responderme. Bueno, en realidad mucha gente tendría respuestas ingeniosas pero no se trata el post de eso hoy.
A casi dos años de su muerte, pienso mucho en mi amiga y pienso y sé que ella sabría qué decirme en estos tiempos. Probablemente hasta me encontraría una abogada. Pero no está, se suicidó en el 2018 poco después de mi cumpleaños número 23.
Desde entonces las cosas han estado raras. Era una amiga con quién compartía muchas cosas -incluidas nuestras orientaciones sáficas y demás maneras de vivir y ver el mundo- y la extraño, la extraño mucho. Les prometo que no hay ni un día en que no piense en ella.
Sé que ella tendría algo interesante por decir, algo que me haría sentir mejor. Sobre mi blog, sobre el drama innecesario al que soy arrastrada cada quince días. Sobre el mundo, sobre la pandemia, sobre el capitalismo rapaz, sobre las peleas dentro del feminismo, sobre la transfobia, sobre la gente creyéndose dueña del monopolio de la Diversidad Sexual (C)
Ella tendría algo que decir y yo escucharía.
Pero les digo, las cosas han estado raras. Me siento rara. No todo el tiempo, sólo cuando estoy consciente de lo mucho que la necesito aquí, aunque fueran unas horas.
¿Que si tengo más amigas? Claro que sí, no habría logrado vivir tanto tiempo sin ellas. Cada una ocupa un lugar muy especial en mi corazón y lo saben y como es tan específico ese sitio donde están, cuando se van, se queda vacío... Está moldeado a su gusto y su persona, no hay nadie en el mundo que pueda llenar ese lugar.
Me siento triste.
Pero, ¿Saben? Me río y platico con mis demás amigues. Veo películas sola y estoy bien. Sigo enamorada del mimors y sigo siendo vegetariana y sigo peleándome con los racistas en twitter y así. Parece que si quitamos la situación del mundo actual, del país, de la ciudad donde vivo, es como si todo estuviera ~normal~
Eso pareciera ser. Pero estoy triste.
Me hace falta ella.
Cuando fue su funeral, no llegué. Quise hacerlo, quise ir, pero unas cuadras antes de llegar a la iglesia me detuve en un árbol, me senté en la banqueta y me puse a platicar con las hormigas. Lloré pero no a lágrima tendida y cuando dieron las siete de la noche regresé a mi casa.
No he puesto un pie cerca desde entonces. No puedo. Me da miedo ir y terminar (MÁS) rota. No podría soportarlo.
El año pasado me fingí ocupada para no ir en su aniversario luctuoso. Pienso que soy una mala amiga. Debería estar ahí llorándole cada año o algo así. Llevándole flores. Algo como en las películas.
Debería y no puedo. Tengo miedo de quedarme ahí en el suelo llorando y que no exista poder humano en levantarme. Porque si yo no puedo conmigo misma nadie más podrá.
Le escribo cartas y pienso mucho en ella, a veces que no puedo dormir me imagino qué me diría, qué opinaría de todo esto. Me diría que mi corte de cabello -aunque esté más chueco que mi orientación- se me ve bien porque es original. Me diría que no haga caso a la gente odiosa, que no puedo distraerme contestando veneno ajeno porque tengo mucho por escribir. Me diría que no me case tan joven, que me quede en mi casa, que feliz cumpleaños veinticinco, amiga, no puedo creer que hayamos llegado tan lejos...
Tengo la teoría de que las personas nos aferramos -o impregnamos nuestra esencia- a las cosas y esa realidad material cambia, se ve modificada aunque sea en lo más banal o indescriptible. La he teorizado a lo largo de estos años y conforme vivo pérdidas humanas y afectivas lo entiendo más y mejor.
Ella tenía un gusto muy raro por los plátanos, sobre todo en los postres. Desde su suicidio, los plátanos me saben amargos.
La pandemia se tiene que acabar y de verdad deseo que sea pronto, mientras tanto si tienen la posibilidad de quedarse en sus casas quédense, por favor. Hay muchas malas predicciones en cuanto a la economía pero eso se arreglará cuando estemos sanos y en movimiento otra vez. Tengo fe. O ignorancia, a veces es lo mismo.
Cuando podamos volver a abrazar a quién amemos, hagámoslo. No demos por sentado nada ni a nadie.
¿Un día los plátanos sabrán dulces otra vez? Quién sabe. Pero ojalá no, porque son la prueba de que mi amiga estuvo aquí.
Creo que no puedo pedir más.
A provecho para agradecer a toda las personas que se me acercaron la semana pasada y en días pasados para animarme y platicar conmigo sobre La Situación. Significa mucho para mí tener el respaldo de tanta gente increíblemente maravillosa. Me siento apoyada y me siento acompañada. Gracias por seguir leyéndome, gracias por creer en mi arte, gracias por creer en mí <3
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